?Ojalá que al dibujar podamos hacerle honor al origen de la palabra ?árbol?. Del latín ?arbor-arboris?, se refiere al arte de cultivar, a lo recto, a lo que vincula la labor del hombre con la tierra y el cielo.? Tras explorar la técnica de la acuarela a través de la riqueza de la fauna en ?animalia?, con este nuevo manual la ilustradora Miriam Sugranyes nos invita a aprender a dar vida a esos bellos, majestuosos y siempre fascinantes seres de la naturaleza: los árboles. A partir del dibujo de su estructura general, en pocas capas de acuarela y guiados paso a paso seremos capaces de plasmar los rasgos más definitorios de los quince árboles aquí representados, desde la sinuosidad y la textura de sus troncos y ramas hasta los detallesy particularidades tonales de sus hojas y frutos.Miriam Sugranyes, formada en Ilustración y Filosofía, compagina ambas disciplinas para desarrollar su trabajo: traducir el concepto, la palabra, en imagen. Ha publicado pequeños estudios de observación de la naturaleza para colorear junto a la editorial mtm: plantas ?(herbarium)?, pájaros ?(rara avis)?, setas ?(boletus)? y mariposas ?(suspirium)?. Además de otros trabajos editoriales, durante los últimos diez años ha formado parte del equipo de la CRIN (Child Rights International Network) como ilustradora y directora de arte. Es cofundadora de Rights Studio, un espacio donde personas y organizaciones trabajan en cuestiones de derechos humanos a través de las artes.introducción 9 técnica 12 materiales 13 trazos 14 paso a paso 16 arborum 18 almendro 20 olivo 28 peral de anjou 36 granado 44 aguacatero 54 níspero 62 algarrobo 70 madroño 78 arándano 86 avellano 94 castaño 100 chumbera 108 higuera 116 kumquat 124 limonero 130Introducción ¿Cómo explicar un árbol? Ante la hoja en blanco, nos suele invadir cierta nostalgia de lo que querríamos explicar. De lo que querríamos ser. De cómo explicarnos a nosotros mismos y de cómo explicarle al mundo. Con la idea del árbol en mente, nos proponemos simplificar su estructura para representarlo de una forma sencilla y abierta, pero sin comprometer toda su complejidad. Vamos a respetar sus ramificaciones, sus conexiones, a pesar de tener la osadía de reducirlo a un gesto, a una fórmula. Lo dejaremos como una estructura libre en la que cada persona, o cada mano, pueda seguirlo e interpretarlo como quiera; lo presentaremos como algo indeterminado que apunta a la idea del árbol que es, del árbol que queremos representar, del árbol que deseamos contar. Bruno Munari ya nos brindó esta oportunidad con sus genialidades y dudo que este libro que tienes entre las manos pueda aportar algo más allá de aquello. Por eso, quiero colocarme un poco más hacia aquí, intentar algo menos ambicioso; desde la mediocridad, procurando compartir los elementos que me permiten desatascar el miedo a no saber, a ser incapaz de explicar. A no poder dibujar. Se trata de observación y paciencia. Con el mirar, con el papel, con la acuarela, con las manos. También con el árbol. Con el contar historias a través del dibujo. Este libro trata simplemente de apuntar para que, después, cada persona pueda seguir a su manera. Usaremos distintos patrones según el carácter del árbol, su familia y aquellas peculiaridades que puedan sernos útiles para cualquier tipo de dibujo, todo lo que nos permita sintetizar una imagen y exponerla, explicarla a la percepción (no a la perfección, Dios nos libre). Al fin y al cabo, se trata de un atreverse a contar con la mano, con la línea y con la mancha. Consciente y azarosa. Se trata de confi ar en la técnica, pues ella misma se va construyendo a medida que avanza. Cabe tener en cuenta que ella, la técnica, la mano, no tiene reparo alguno en pedir lo que necesita y, si no se lo damos, lo encontrará por accidente. Bienvenido sea el error, el accidente, el divagar y el atreverse. Se trata también de un atreverse a explicar sin dibujar. Casi todas las ramas se intuyen, pero no se dibujan. El ritmo de las hojas, su posición en el papel, ya señala que hay una línea invisible que las sostiene, como la vida misma. Todo son intentos de señalar, de apuntar hacia la idea de árbol y de sus frutos. Luego, que cada persona lo haga con todo el cariño del que sea capaz, con la sensibilidad propia de sus manos y con la necesidad concreta de cada detalle para que sea transmitido. O no. Esto son solo las primeras piedras. Un manchar el papel con una idea inicial para plantar un árbol en él y que cada uno reconozca su propia forma, que vaya descubriendo sus formas. Las propias y las del árbol. Que cada persona lo construya como buenamente pueda. Ojalá que al dibujar podamos hacerle honor al origen de la palabra árbol. Del latín ?arbor-arboris?, se refiere al arte de cultivar, a lo recto, a lo que vincula la labor del hombre con la tierra y el cielo. La timidez entre los árboles es un fenómeno en el que las copas de los más frondosos no se tocan entre sí, formando un dosel con brechas, un dibujo, una línea. Los árboles también dibujan. Qué suerte la nuestra. ?Árbol adentro? Octavio Paz Creció en mi frente un árbol. Creció hacia dentro. Sus raíces son venas, nervios sus ramas, sus confusos follajes, pensamientos. Tus miradas lo encienden y sus frutos de sombras son naranjas de sangre, son granadas de lumbre. Amanece, en la noche del cuerpo. Allá dentro, en mi frente, el árbol habla. Acércate, ¿lo oyes?