Cada vez que se alude a los fundamentos de la modernidad europeaátodas las miradas convergen en Italia. En el caso español es inevitable, laáproducción literaria y artística, así como la cultura, la política, la religióná y casi todas las manifestaciones de la sociedad del Siglo de Oro imitaron,ásiguieron, compararon, emularon e incluso trataron de superar al paísácisalpino. Modelo admirado y, a la vez objeto de codicia tras las famosaságuerras de Italia (1494-1559), los españoles fueron dominadores y tambiéná"dominados", fueron sujetos activos y sujetos pacientes.áComo ya pusiera de manifiesto Benedetto Croce las "vidas" españolaáe italiana discurrieron en paralelo, interaccionaron y formaron uno deálos complejos culturales y políticos mas cohesionados de su tiempo, deámodo que si Ariosto, Castiglione o Tasso no pudieron pasar por alto losámodelos de comportamiento "españoles", tanto en lo que afecta a laácultura cortesana, militar o religiosa, es raro no encontrar en Cervantes,á
Quevedo o Lope de Vega referencias a lecturas, préstamos y comparacionesácon autores, modas y concepciones eminentemente italianas. Desde elásiglo XV (y quizá antes) hubo un rico intercambio entre ambas penínsulas,áque se intensificó en los siglos XVI y XVII de la mano de la hegemoníaápolítica de la Monarquía Hispana en Europa y volvió a resucitar en elásiglo XVIII con Felipe V.